La viuda invisible
Toma su gaseosa con el
sorbete y mira por la ventana. Su mirada se pierde en los colores intensos de
los carteles luminosos. Va cayendo la noche y sus esperanzas de que él llegue,
también.
Aquel local de comidas
rápidas era el lugar elegido para sus furtivos encuentros. Hoy como todos los
martes ella llegó apresurada, sobre la hora convenida. Pidió un combo y se sentó
cerca de la ventana a esperarlo.
Los empleados del local,
se turnan para preguntarle, de tanto en tanto, si necesita algo más sin
incomodarla. Cerca de la hora del cierre el encargado se acerca y se lo hace
notar. Lleva ya varias horas mirando melancólica por esa ventana. El color desesperante
del asfalto céntrico, caras y más caras van tomando forma al cruzarse delante
de sus ojos, pero ninguna es la que ella espera ver.
Lo mira brevemente al
encargado de pie frente a ella. Se le ocurre que esa sonrisa obligada, lo hace
ver aún más estúpido que el uniforme multicolor. Toma su cartera, mira de reojo
una vez más hacia afuera y sin decir nada, se pone de pie para salir.
Sus piernas están adormecidas,
tardan un instante en reponerse, camina con destino a la puerta automática que
se abre obediente. Cuando por fin sale a la calle; el aire viciado, el
murmullo, los bocinazos, la hacen sentir en otra dimensión, una que no le
gusta. Las lágrimas van dibujando grafitis en su cara con el rímel. Apura el
paso mientras cae en la cuenta que hoy, él tampoco vino. Quizá la televisión
tenga razón, el no viene porque no está. La ausencia de él junto a la de sus 43
compañeros conmociona a un país.
Ella no puede ir a
preguntar, a esperar noticias y expresar su esperanza y dolor. Ese es el lugar
de la <<viuda oficial>>, ella solo puede volver al Burger, cada
martes con su tristeza a cuestas y esperarlo en la misma mesa junto a la
ventana. Quizá se produzca el milagro: él entrando tarde y llevándose por
delante la silla como siempre, con su camisa blanca impecable y su gorra bajo
el brazo, le mostrará los dientes en una amplia sonrisa y le hablará de lo
mucho que la extrañó.
Por ahora solo camina
triste hacia el departamento que compartieron tantas noches, ese refugio donde
no hay límites para el amor que se prodigan, donde nadie los puede juzgar y
donde ella lo siente más cerca que nunca, aunque sea por unas horas y se
permite fantasea que las incumplidas promesas pronto se harán realidad.
Va caminando mientras la
invaden mil recuerdos, solo puede pensar: << apurate negro, volvé pronto
mi amor, tengo que darte una noticia>>, mientras se toma el vientre con suavidad.
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